Blog de viajes e idiomas. Culturas, intercambios lingüísticos, turismo, aprendizaje de idiomas, blogger.. Con la tecnología de Blogger.

Dresde, Alemania

Alemania siempre había sido mi destino pendiente desde que comencé a estudiar alemán hace dos años. Por eso, cuando viajé a la República Checa y vi lo bien comunicada en autocar que está la ciudad de Praga con varias ciudades alemanas, no dudé ni un momento en pasar, aunque fuese un día de turismo, en el país teutón. La ciudad escogida fue Dresde, la impresionante capital de Sajonia. 


Nuestra ruta comenzó desde la estación de trenes cercana a la zona más comercial de Dresde. Así que aprovechamos para ir a la oficina de turismo de la estación y hacernos con un mapa de la ciudad para llegar al centro histórico. Ya desde allí, nos acompañó durante todo el día un cielo totalmente despejado de lo más primaveral aunque, eso sí, totalmente inesperado —¡Y yo que me había ido con varias capas de ropa cual cebolla!—. Apenas tardamos unos veinte minutos en llegar al centro histórico dando un agradable paseo, por lo que no es necesario coger ningún tipo de transporte público desde la estación.

Dresde es una ciudad que fue prácticamente destruida durante la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, bien podría creerse que los edificios del casco antiguo llevan ahí cientos de años, pues la labor de reconstrucción ha sido muy acertada. En la plaza Neumarkt y en sus alrededores, hay que destacar la Frauenkirche (iglesia de Nuestra Señora), que se encuentra en la misma plaza, y el mosaico de porcelana del Desfile de los príncipes.










Hasta que se acercó la hora de comer, seguimos descubriendo el centro histórico. Sin desplazarnos demasiado, pudimos ver un gran número de atracciones turísticas que se concentran a pocos metros de distancia, como la catedral de la Santísima Trinidad, la Escuela Superior de Bellas Artes, el palacio de Zwinger y el edificio de la ópera. En nuestro caso, solamente visitamos el interior de la catedral, aunque sí paseamos por los jardines del palacio de Zwinger, cuyo interior quedó pendiente para otra ocasión.










Sin saber muy bien dónde comer, decidimos buscar algún restaurante en la parte nueva, al otro lado del río. La suerte quiso que diéramos con Der Löwe (Hauptstraße 48, 01097 Dresden), un restaurante con típica comida alemana situado en la misma calle principal. El dueño del restaurante nos trató muy bien y la comida estaba bastante buena —aunque Sergio supo pedir mejor que yo, todo sea dicho—. 



Nuestro interés principal en Dresde fue visitar el casco antiguo, pero no queríamos irnos sin visitar algo de la parte nueva, así que después de comer, callejeamos un poco por los alrededores de la calle principal para llegar de nuevo hasta la estatua ecuestre de Federico Augusto I el Fuerte. No sé si fue solo cosa mía o quizás el cielo sin nubes tuvo algo que ver, pero me llamó la atención el brillo de la reluciente estatua dorada.

Poco a poco comenzó a caer la tarde, así que emprendimos nuestro camino hacia la estación de autobuses para coger el autocar que nos llevaría de vuelta a Praga, no sin antes acercarnos a las orillas del Elba a tomar algunas fotografías de la ciudad junto al río.