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¿Por qué debes aprender inglés en el extranjero?



Aprender inglés puede suponer todo un reto, pero os aseguro que es una de las decisiones más gratificantes que he tomado en mi vida. Aún así, no voy a negar que hubo un momento en el que comencé a darme cuenta de que por más que estudiaba, mi nivel de inglés se había quedado prácticamente estancado. Fue entonces cuando decidí que había llegado el momento de poner en práctica todo lo que había aprendido y hacer un intercambio de idiomas. ¿Pero cuáles son las ventajas de aprender inglés en el extranjero?


1. Perder el miedo
Muchas veces solamente nos falta confiar más en nosotros mismos. Aprender un idioma ya es lo suficientemente complicado como para ponernos más obstáculos nosotros mismos, así que durante nuestro intercambio de idiomas en el extranjero nos veremos obligados a hablar el idioma local para comunicarnos. No digo que si logramos perder el miedo que nos frena a hablar inglés, conseguiremos un nivel avanzado, pero al menos habremos perdido el miedo a pronunciar algo mal o a decir algo incorrecto, cosa fundamental para que puedan ayudarnos a mejorar.

2. Consolidar conocimientos
Durante nuestra estancia en el extranjero, podremos poner en práctica todo lo que hemos aprendido anteriormente. No solo nos ayudará a recordar aquellas palabras o expresiones que creíamos haber olvidado, sino que podremos aprender en qué contexto las utilizan los nativos para hacerlo también nosotros cuando hablamos su idioma.

3. Inglés las 24h del día
Aunque la gran mayoría de los intercambios incluyen un curso de idiomas, nuestro aprendizaje de inglés no se limitará a las horas que asistamos a clase, pues estaremos utilizando el inglés en nuestro día a día. De este modo, nuestro aprendizaje será mucho mayor. Como me gusta decir a mí: estaremos viviendo el idioma.

4. Conocer otras culturas
No solo disfrutaremos de la cultura del país de destino, sino que probablemente también pasemos gran parte de nuestro día a día en un ambiente multicultural. Muchos de los centros en los que se imparten las clases de inglés cuentan con estudiantes de diversas nacionalidades, así que será también una oportunidad excelente para conocer otras culturas y tradiciones diferentes a las nuestras.

5. Hacer nuevos amigos 
Posiblemente, muchos de nuestros compañeros de clase se acabarán convirtiendo en amigos con los que salir a tomar algo o hacer turismo los fines de semana. Y, por qué no, amigos para toda la vida si mantenemos el contacto al regresar a casa. Esta es mi parte favorita.

6. Ampliar horizontes
Al hacer un intercambio de idiomas, salimos de nuestra zona de confort, así que descubriremos una infinidad de cosas que hasta ese momento desconocíamos. Aprenderemos un idioma, sí, pero también muchísimas cosas que quizás no habríamos aprendido si nos hubiésemos quedado en casa.

7. Crecer como persona 
No solo aprenderemos un idioma y entraremos en contacto con costumbres diferentes a la nuestra, sino que probablemente nos veremos en situaciones en las que nunca antes nos habíamos encontrado. Esto nos convertirá en personas más flexibles, respetuosas y abiertas. En definitiva, creceremos como personas. ¿Qué hay más importante que eso?

8. Mejorar tus estudios y oportunidades laborales
Al estar en constante aprendizaje, nos costará menos aprender cosas nuevas y memorizar información. Además, todo el mundo sabe que contar con un buen dominio de inglés es algo crucial para lanzar nuestra carrera profesional, por lo que hacer un intercambio de idiomas en el extranjero nos abrirá más puertas.

9. Romper con la rutina
Encontrarnos en un país diferente al nuestro supone que incluso las tareas más comunes del día a día se conviertan en algo totalmente nuevo para nosotros. No solo la metodología de las clases puede variar, sino que aspectos de la vida diaria como pedir un café, coger el autobús o llegar hasta la escuela pueden recobrar todo su encanto al realizarlas en un entorno nuevo. 

10. Tomar las riendas de tu futuro
Precisamente, al romper con la rutina nos encontramos en situaciones que quizás nunca antes habíamos vivido o que habíamos vivido de una forma totalmente diferente. Por eso, nos veremos obligados a tomar nuestras propias decisiones y, en definitiva, a madurar. Y, por qué no, quizás durante nuestro intercambio de idiomas nos demos cuenta de cómo queremos que sea nuestro futuro, cuáles son nuestras ambiciones y los caminos que queremos seguir. Esto fue precisamente lo que me pasó a mí: al volver de mi viaje de intercambio, tuve claro que quería que mi futuro estuviese relacionado con los idiomas y el intercambio cultural, así que decidí estudiar la carrera de traducción en la universidad.



Marcharnos al extranjero a aprender inglés puede asustar un poco, especialmente si es la primera vez que hacemos un intercambio de idiomas o si los estudiantes son jóvenes adolescentes. Por eso, recomendaría que deleguemos en empresas con experiencia como EF Education First para que organicen nuestro viaje. Hay una infinidad de destinos, cursos y opciones de alojamiento, así que no solo podrán asesorarnos, sino que también se encargarán de organizar nuestro viaje y resolver nuestras posibles dudas para hacer de nuestra estancia en el extranjero una experiencia única e inolvidable.

Vigeland, Museo Nacional, Akershus y Tjuvholmen - Oslo (parte 3), Noruega


Nuestro tercer día en Oslo comenzó con la visita a uno de los lugares más conocidos de la capital noruega: el parque de Vigeland. Tras un copioso desayuno en el hotel y un trayecto de aproximadamente media hora en tranvía, llegamos a este precioso parque que es, sin duda alguna, una visita obligada para todo turista dispuesto a impregnarse de la esencia de Oslo.
Noruega siempre se ha caracterizado por sus parques y entornos naturales, pero es el parque de Vigeland, también conocido como el parque de las esculturas, el lugar más famoso de Oslo. La entrada al parque es gratuita y, como el tiempo acompañaba, pudimos dedicar gran parte de la mañana a pasear por las inmediaciones, tomar diversas fotografías y, como no, contemplar embelesados las expresiones de las estatuas. No sé si solo me habrá pasado a mí, pero tuve la sensación de que este precioso lugar cuenta con la combinación perfecta entre naturaleza y arte.




Sobre las dos de la tarde ya estábamos en el centro de Oslo. Allí paramos a comer algo rápido, pues queríamos aprovechar al máximo nuestro último día de turismo. En realidad, lo que no queríamos era perdernos la visita al Museo Nacional de Oslo: nos negábamos a marcharnos de Oslo sin disfrutar de la obra más famosa de Edvard Munch. Habíamos dejado las visitas a los museos para el domingo porque la entrada a muchos de ellos es gratuita ese día de la semana. Eso sí, con un horario un tanto limitado ya que, como la gran mayoría de los establecimientos en Noruega, cierra sus puertas a las cinco de la tarde. Además, casi todos los museos suelen permanecer cerrados los lunes, así que si dejábamos pasar esa oportunidad, no podríamos ver la pintura de el grito antes de irnos. Afortunadamente, no solo tuvimos tiempo de admirar la famosa pintura de Munch, sino que también pudimos dar una vuelta por la mayoría de las salas de arte del museo.




Como la gran mayoría de los museos cerraban a las cinco de la tarde, decidimos ir a pasear por la fortaleza de Akershus. La habíamos visto desde el muelle en el que nos recogió el barco para llevarnos a Lindøya el día anterior, pero todavía no habíamos explorado su recinto. La idea resultó ser de lo más acertada, pues pudimos disfrutar del idílico paisaje otoñal de los jardines y de unas maravillosas vistas al fiordo de Oslo.





Al caer la tarde, fuimos a pasear por el lujoso barrio de Tjuvholmen, una zona residencial junto al mar. Independientemente de alguna que otra cafetería y galería de arte, esta zona no se caracteriza por sus atracciones turísticas. Aún así, se ha convertido en una zona muy demandada por sus lujosos apartamentos. Nosotros nos limitamos a pasear por sus calles y a disfrutar de la fusión del moderno diseño de los edificios y los canales. Sin embargo, la humedad por estar tan próximos al puerto comenzó a calar en nuestro cuerpo, así que decidimos ir a cenar a Vapiano, uno de mis restaurantes favoritos cuando viajo al extranjero. Y así, con una suculenta cena, nos despedimos de nuestro último día de turismo en Oslo.