Quiberon es uno de los lugares que más me gustó de Bretaña —vaya, ha sido una bonita confesión para empezar esta entrada—. Estuvimos poco más de hora y media en este precioso lugar, pero fue tiempo más que suficiente para que me enamorase de él.
Quiberon es una comuna francesa situada en la región de Bretaña. Sin embargo, lo más famoso y caracterÃstico de este lugar es su costa, que recibe el nombre de La Côte Sauvage.
Se trata de un lugar precioso e idÃlico, perfecto para disfrutar del paisaje y pasear por los 8 kilómetros de sendero que recorren los acantilados desde el Château Turpault.
Nosotros no lo recorrimos todo, pero sà que disfrutamos del sol y del buen tiempo. ¡He incluso conseguimos bajar por un acantilado a una pequeña cala para mojarnos los pies en el agua! Para una chica del Mediterráneo como yo, estaba helada. De hecho, no sé si se puede apreciar en la última fotografÃa, en la que estamos Marie y yo mojándonos los pies, pero en cuanto la ola se aproximó, puse los pies de puntillas.
Lo anecdótico de esta visita fue que, al llegar a casa horas más tarde, toda la familia francesa con la que vivÃa estaba roja como un tomate debido a la hora que habÃamos pasado paseando por los acantilados. La quemadura de la piel fue tal que unos a otros se iban pasando la botella de After-sun. Sin embargo, yo habÃa perdido parte de mi bronceado desde que habÃa llegado a Bretaña, por lo que nos sirvió para bromear con el tema durante unos dÃas.
"Después de la tormenta siempre llega la calma", se suele decir. Y yo lo pude comprobar ese mismo dÃa: la tormenta que nos recibió en Carnac quedó prácticamente olvidada tras disfrutar del océano que baña la costa de Quiberon.
Quiberon es una comuna francesa situada en la región de Bretaña. Sin embargo, lo más famoso y caracterÃstico de este lugar es su costa, que recibe el nombre de La Côte Sauvage.
Se trata de un lugar precioso e idÃlico, perfecto para disfrutar del paisaje y pasear por los 8 kilómetros de sendero que recorren los acantilados desde el Château Turpault.
Nosotros no lo recorrimos todo, pero sà que disfrutamos del sol y del buen tiempo. ¡He incluso conseguimos bajar por un acantilado a una pequeña cala para mojarnos los pies en el agua! Para una chica del Mediterráneo como yo, estaba helada. De hecho, no sé si se puede apreciar en la última fotografÃa, en la que estamos Marie y yo mojándonos los pies, pero en cuanto la ola se aproximó, puse los pies de puntillas.
Lo anecdótico de esta visita fue que, al llegar a casa horas más tarde, toda la familia francesa con la que vivÃa estaba roja como un tomate debido a la hora que habÃamos pasado paseando por los acantilados. La quemadura de la piel fue tal que unos a otros se iban pasando la botella de After-sun. Sin embargo, yo habÃa perdido parte de mi bronceado desde que habÃa llegado a Bretaña, por lo que nos sirvió para bromear con el tema durante unos dÃas.
"Después de la tormenta siempre llega la calma", se suele decir. Y yo lo pude comprobar ese mismo dÃa: la tormenta que nos recibió en Carnac quedó prácticamente olvidada tras disfrutar del océano que baña la costa de Quiberon.