Blog de viajes e idiomas. Culturas, intercambios lingüísticos, turismo, aprendizaje de idiomas, blogger.. Con la tecnología de Blogger.

Diario de viaje: La Côte Sauvage de Quiberon. Bretaña (parte 7) - Francia

Quiberon es uno de los lugares que más me gustó de Bretaña —vaya, ha sido una bonita confesión para empezar esta entrada—. Estuvimos poco más de hora y media en este precioso lugar, pero fue tiempo más que suficiente para que me enamorase de él.



Quiberon es una comuna francesa situada en la región de Bretaña. Sin embargo, lo más famoso y característico de este lugar es su costa, que recibe el nombre de La Côte Sauvage.
Se trata de un lugar precioso e idílico, perfecto para disfrutar del paisaje y pasear por los 8 kilómetros de sendero que recorren los acantilados desde el Château Turpault.
Nosotros no lo recorrimos todo, pero sí que disfrutamos del sol y del buen tiempo. ¡He incluso conseguimos bajar por un acantilado a una pequeña cala para mojarnos los pies en el agua! Para una chica del Mediterráneo como yo, estaba helada. De hecho, no sé si se puede apreciar en la última fotografía, en la que estamos Marie y yo mojándonos los pies, pero en cuanto la ola se aproximó, puse los pies de puntillas.






Lo anecdótico de esta visita fue que, al llegar a casa horas más tarde, toda la familia francesa con la que vivía estaba roja como un tomate debido a la hora que habíamos pasado paseando por los acantilados. La quemadura de la piel fue tal que unos a otros se iban pasando la botella de After-sun. Sin embargo, yo había perdido parte de mi bronceado desde que había llegado a Bretaña, por lo que nos sirvió para bromear con el tema durante unos días. 

"Después de la tormenta siempre llega la calma", se suele decir. Y yo lo pude comprobar ese mismo día: la tormenta que nos recibió en Carnac quedó prácticamente olvidada tras disfrutar del océano que baña la costa de Quiberon.





Diario de viaje: Carnac y La Trinité sur mer. Bretaña (parte 6) - Francia


Uno de los días por Bretaña, mi familia anfitriona me llevó a hacer un recorrido en coche por varios pueblos y ciudades de la región. Los días previos a este viaje, estábamos todos pendientes de la previsión meteorológica y, aunque el cielo no prometía estar del todo soleado, decidimos llevarlo a cabo.
En la primera parada, aprovechamos para visitar los conocidos Alineamientos de Carnac, el sitio neolítico por excelencia de Bretagne.

Estos alineamientos se sitúan entre el V y III milenio a.C. y fueron erigidos por comunidades sedentarias que se dedicaban a la ganadería y a la agricultura. Se trata de construcciones de piedra alineadas en filas de menhires y recintos, tumbas individuales (cerros) y colectivas (dólmenes).

Como suele ocurrir con este tipo de lugares, varias leyendas y creencias se basan en este sitio. Una de ellas es la leyenda de San Cornelio, según la cual, los megalitos de Carnac eran romanos petrificados; aunque, posteriormente, en el siglo XIX también se ha dicho que este lugar podría tratarse de un antiguo templo celta.

Sea lo que fuere, estos alineamientos ocupan varios kilómetros, por lo que la visita turística requiere tiempo. Además, también se puede visitar el museo de prehistoria que ilustra la evolución del ser humano en Bretaña desde el Paleolítico hasta la Edad Media.
Este museo fue nuestra salvación, porque una tormenta descomunal nos recibió nada más llegar a Carnac. Por suerte, no duró más que unos veinte minutos, así que visitamos dicho museo y, posteriormente, paseamos junto a los alineamientos. Pero, como estaba todo embarrado, acabamos por poner rumbo a otra ciudad tras haber sacado un par de fotos.

Nuestra segunda visita terminó por ser La Trinité sur mer. Fue, más que nada, una parada provisional para esquivar la tormenta que avanzaba en dirección Oeste, persiguiendo las ciudades que teníamos previsto visitar. De esta forma, al situarse un poco más al Este (por lo que en realidad retrocedimos unos kilómetros), pudimos incluso disfrutar de algunos rayos de sol.

En cuanto el reloj marcó las doce, mi familia anfitriona decidió que era la hora de la comida y que debíamos aprovechar esta parada provisional no solo para ver el lugar sino también para comer. Quizás era un poco pronto para mí, pero no dudé en sentarme con ellos para disfrutar de una comida con vistas al Atlántico ;)




Diario de viaje: Los yacimientos de Monteneuf, Bretaña (parte 5) - Francia

La siguiente parada que hicimos ese día fue visitar la zona arqueológica más conocida de Monteneuf. 
Como ya dije en una de las entradas anteriores, Bretaña se caracteriza por los yacimientos arqueológicos magalíticos, así que mi familia anfitriona se interesó por llevarme a varios de ellos. 
Unas horas antes, habíamos visitado los yacimientos megalíticos de Saint-Just; pero, como no logramos encontrar más que una decena de menhires —motivo por el que la visita nos decepcionó bastante a todos—, mis expectativas con respecto a volver a visitar un yacimiento de este tipo no eran muy altas.
Eso sí, a diferencia de los anteriores, la ruta que había que seguir hasta llegar a la Archeosite de Monteneuf estaba señalizada por varios carteles e indicaciones; así que, afortunadamente, pudimos encontrar el camino.
Finalmente, encontramos los yacimientos arqueológicos de Monteneuf, conocidos en francés con el nombre de Les Pierres Droites.




El yacimiento de Les Pierres Droites se trata de unos enormes menhires de la época del Neolítico que lleva más de 5500 años al sur del bosque de Brocéliande y que puede visitarse gratuitamente.
Junto a estas enormes piedras han creado un área en la que han tratado de reconstruir la organización de una cantera megalítica y reflejar aspectos de la vida cotidiana durante ese período de la historia.








Diario de viaje: La Gacilly. Bretaña (parte 4) - Francia

Después de nuestro intento por visitar los yacimientos de Saint-Just, decidimos ir a lo seguro y visitar la pequeña ciudad de La Gacilly.

Si en algo se asemeja La Gacilly a Rochefort-en-Terre es en la tranquilidad que transmite su paisaje: todas las calles de piedra están decoradas con flores y plantas que hacen que el lugar se convierta en un sitio muy agradable para pasar una tarde de verano. 

Es precisamente en La Gacilly de donde es originaria la conocida marca de cosmética vegetal Yves Rocher. El fundador, que da nombre a la firma, comenzó su negocio gracias a la fundación de un jardín botánico y un hotel-spa ecológico. El primero se puede visitar durante los meses de verano, mientras que el segundo todavía sigue en funcionamiento siendo día tras día más conocido gracias a las tiendas de cosmética que se han extendido a nivel internacional bajo este nombre. 

Tras visitar una tienda de esta marca, continuamos disfrutando de las cálidas temperaturas de verano dando un paseo por las calles de este pintoresco lugar y las orillas del río Aff.






La región de Bretaña es especialmente conocida por sus productos artesanales, y lo mismo ocurre con La Gacilly. Curioseamos por varias tiendas de artesanía de cuero y madera, arte y pintura y joyería, mientras Marie me explicaba cosas sobre su región.
Finalmente, siguiendo su recomendación, compré una docena de Macarons artesanales en Pierre Morel. Los sabores elegidos fueron los de frambuesa, pistacho y vainilla. Sin duda, no podía irme de Francia sin volver a comprar macarons.
Para mi sorpresa, estaban muchísimo mejor que los que compré en París, así que fue la mejor compra que hice en todo el viaje :D



Tras tomarnos un helado y reponer fuerzas, estuvimos viendo la exposición de fotografías al aire libre que decora la calles de La Gacilly durante los meses más calurosos del año. Es el festival de fotografía al aire libre más grande de Francia, así que no podíamos irnos de La Gacilly sin verlo.






Mirada al pasado

Hace exactamente cuatro años que me sumergí por primera vez en un viaje al extranjero.
Recuerdo la ilusión que me hacía conocer un nuevo país, defenderme en una lengua extranjera y, en definitiva, estar en contacto con otra cultura.
Ese primer viaje —que, como ya he dicho en más de una ocasión fue a Polonia— lo recuerdo como si fuese ayer: podría dar todos y cada uno de los detalles de la gente que conocí y de los lugares que visitamos. Y, de hecho, cuando en alguna conversación menciono este viaje, no puedo hacerlo más que junto al esbozo de una enorme sonrisa.

Esta oportunidad no fue sino otra cosa que el comienzo de otros muchos viajes más, de nuevas experiencias y emociones que han venido de la mano de países como Portugal, Inglaterra, Italia, Suecia, Francia y Austria; y el Estado Ciudad del Vaticano.
No son muchísimos países, pero todos ellos los he visitado (incluso algunos de ellos por más de una vez) en estos cuatro años; así que han pasado a formar, en cierto modo, parte de mí.
Viajar a muchos de estos lugares me ayudó, entre muchas otras cosas, a decidir qué carrera universitaria estudiar y a qué orientar mi futuro. Y, los últimos viajes que he hecho siendo ya estudiante universitaria,  no han hecho más que confirmarlo.

Además, cabe mencionar también que con ese primer viaje creé este pequeño espacio en la blogosfera. Esta colección de diarios de viajes que llevo escribiendo desde entonces y que comparto con todos vosotros de la forma más asidua posible. Así que, como no podía ser de otra manera: gracias por vuestras suscripciones, comentarios, visitas y lecturas durante estos cuatro años.



Diario de viaje: los yacimientos perdidos de Saint-Just. Bretaña (parte 3) - Francia

Parece que desde que ha vuelto la rutina universitaria, he dejado un poco olvidado el blog. Aún así, desde verano he podido hacer varios viajes y escapadas que todavía no os he contado y sobre los que, por supuesto, quiero escribir.

Retomando el viaje por la Bretaña francesa que hice durante el mes de julio, hoy toca dedicarle una entrada a Saint-Just: una población del cantón de Pipriac.
La familia anfitriona me había contado que especialmente esa zona es conocida por los yacimientos megalíticos, así que el primer plan de esa tarde fue visitar los dólmenes y menhires de Saint-Just. No visité el pueblo, ya que me llevaron directamente a las afueras, campo a través, para poder verlos.
A pesar de que la familia insistía en que en esa zona había varios yacimientos y aseguraba que los encontraríamos, solamente dimos con un pequeño yacimiento del Neolítico; porque, todo sea dicho, las indicaciones para encontrar el camino brillaban por su ausencia.

El tamaño de muchos de los menhires nos triplicaba la altura, aunque debo decir también que me esperaba algo parecido a Stonehenge, por lo que me decepcionó un poco la visita. No sé si mi familia anfitriona francesa se percató de ello, si también a ellos les ocurrió lo mismo por no haber conseguido encontrar más yacimientos... O fue un poco de todo; pero no se dieron por vencidos tan fácilmente y durante las próximas horas me llevaron a ver los yacimientos arqueológicos de Monteneuf y Carnac. Por lo que acabamos por tomarnos con humor esta "expedición" fallida y estuvimos bromeando sobre ello el resto de la semana.

¿La mejor parte de la visita a Saint-Just? ¡Pude disfrutar de la típica randonnée de la que tanto había oído hablar en los libros de texto cuando estudiaba francés! No hay mal que por bien no venga ;)