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Escapada a Stuttgart - Alemania

Uno de los viajes que hice unos meses antes de que la situación actual comenzara fue a Stuttgart, Alemania. Un amigo de Sergio estaba pasando una temporada allí por trabajo, así que todo el grupo de amigos decidimos organizar un viaje para visitarlo. Debido a la poca disponibilidad que tenía en ese momento en el trabajo para cogerme unos días libres, tan solo pude estar poco más de cuarenta y ocho horas en Stuttgart. Sin embargo, fue una escapada exprés que me permitió seguir disfrutando de los preciosos otoños alemanes y descubrir, al mismo tiempo, una nueva ciudad. 

A media tarde, tras coger un tren que me llevó del aeropuerto a una céntrica estación en las que me estaba esperando Sergio, fuimos al hotel a dejar el poco equipaje que llevaba. Pese a que el modesto hotel estaba un tanto alejado del centro, resultó estar bien comunicado en tranvía y no muy lejos del alojamiento de nuestro amigo, por lo que fue una buena opción para una breve escapada en grupo.
 
Con la intención de aprovechar lo que quedaba de tarde, nos reunimos en uno de los puntos más bonitos de Stuttgart, la plaza del Castillo. La Schlossplatz se encuentra en pleno corazón de la ciudad y es conocida por contar con una alta columna situada en medio de la amplia explanada rodeada de preciosos edificios históricos como el majestuoso palacio nuevo, que da nombre a la plaza. Poco a poco la luz del ocaso fue desapareciendo y decidimos buscar un sitio para cenar. 

Nuestra falta de previsión hizo que no pensáramos en reservar con antelación y acabásemos en plena hora punta decidiendo a qué restaurante entrar. Finalmente, tuvimos suerte y encontramos un restaurante especializado en platos de la región de Baden-Württember, donde nos montaron algunas mesas en un pequeño espacio de paso. Cierto es que habríamos preferido cenar en uno de sus acogedores reservados, pero todos nos sentimos muy agradecidos de que planificaran una mesa para un pequeño grupo en tan poco tiempo. Sinceramente, lamento no haber apuntado el nombre del local, porque me habría encantado recomendarlo.
 
 
 




 
 
A la mañana siguiente, disfrutamos de un agradable recorrido por el centro de la ciudad. Nuestro amigo, que llevaba ya varias semanas viviendo allí, se esforzó por planificar una ruta que nos permitiera descubrir todos los encantos de Stuttgart. Una de las cosas que más aprecio de Alemania cada vez que voy es la luz de sus días soleados. En Valencia, el sol y el cielo azul están presentes muy a menudo, pero siempre que he visitado Alemania llego a la conclusión de que la luz que regalan los días despejados allí es diferente. 
 
En nuestra ruta por el centro visitamos la estación central, la concurrida calle comercial Königstraße, los jardines del castillo, el ayuntamiento y la zona de la Calwer Straße. Uno de los lugares que más disfruté fue el mercado central o Markthalle, donde pudimos apreciar el bullicio del sábado por la mañana. Más tarde, me enteré de que el mercado de Stuttgart está considerado uno de los mercados más bonitos de Alemania que destaca, principalmente, por la arquitectura de estilo Art Nouveau y los exquisitos productos. Aunque me quedé con las ganas de hacer un tour enológico, Stuttgart se caracteriza por las extensas zonas de viñedos que rodean la ciudad, de ahí que en el Markthalle se puedan adquirir una gran variedad de productos procedentes de la uva.

Posiblemente, uno de los monumentos más emblemáticos de Stuttgart tras sus palacios sea la iglesia de San Juan, conocida en alemán como Johanneskirche. Esta iglesia gótica se sitúa a orillas de un pequeño lago en el que es habitual encontrar familias de cisnes nadando.
 
 
 
 
 


Tras comer en uno de los locales de la conocida cadena alemana de hamburguesas Hans im Glück (Heusteigstraße 114, Stuttgart), visitamos el tranquilo cementerio que se encuentra en una de las colinas de la ciudad y al que se puede acceder en un antiguo funicular. Siempre me ha llamado la atención la concepción que se tiene de los cementerios en muchos países europeos, mucho más próxima a un parque verde, tranquilo e, incluso, agradable por el que pasear, que a un espacio lúgubre y sombrío.
Sin embargo, las mejores vistas del centro de Stuttgart pudimos disfrutarlas desde Eugensplatz, un mirador situado en la colina de un precioso barrio señorial que aquel día estaba bastante concurrido por parejas y pequeños grupos de amigos disfrutando de largas conversaciones acompañadas de un botellín de cerveza.

Todavía teníamos varias horas por delante, así que el anfitrión nos propuso recorrer el parque Killesberg y subir a su famosa torre metálica con forma de caracol, no sin antes aprovechar para entrar a DM, la droguería alemana por excelencia, donde se puede encontrar todo tipo de productos de aseo y cosmética y en la que siempre acabo dándome algún pequeño capricho.