Durante nuestro segundo día en Burdeos, el cielo amaneció encapotado. Sin embargo, ya recuperados del agotamiento del día anterior, nos dispusimos a recorrer la ciudad francesa.
Una vez llegamos al centro, fuimos a una de sus plazas principales para encontrarnos con Marie, mi hermana pequeña francesa, como me gusta llamarla. Para los que sigáis mi blog desde hace tiempo, quizás os resulte familiar, pues ella y su familia fueron mi familia de acogida en un viaje de intercambio a Bretaña que hice hace ya unos años. ¡Qué alegría volver a verla! Todos juntos recorrimos Burdeos, por lo que, a pesar del mal tiempo, el día resultó ser de lo más encantador.
Una de las visitas obligadas en Burdeos es la Plaza de la Bolsa, por lo que fue una de nuestras primeras visitas. Se trata de una imponente plaza diáfana que limita con el edificio de la bolsa a un lado y el río Garona al otro, por lo que la sensación de amplitud todavía es mayor. Además, es aquí también donde se encuentra el espejo de agua más grande del mundo, así que no es de extrañar que este punto de la ciudad sea de los más conocidos.
Otra de las zonas que uno no se puede perder en su visita a Budeos es el barrio de Saint Pierre. Algo tan sencillo como pasear por esta zona y recorrer sus antiguas y pintorescas callejuelas puede convertirse en toda una atracción turística llena de encanto. Es un barrio lleno de restaurantes y creperías, por lo que aprovechamos para reponer fuerzas y comer en un restaurante con unas vistas espectaculares.
Después de comer, visitamos otros puntos turísticos de Burdeos, como la puerta Cailhau, la catedral, el campanario, el jardín público y el Gran Teatro. Además, también tuvimos tiempo para merendar unos crepes dulces. Por la noche, Marie y sus amigas coreanas prepararon algunos platos típicos coreanos como cena de despedida. Por lo que el viaje a Burdeos resultó estar lleno de reencuentros y buenos momentos de lo más internacionales.