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Burdeos (parte 2) - Francia

Durante nuestro segundo día en Burdeos, el cielo amaneció encapotado. Sin embargo, ya recuperados del agotamiento del día anterior, nos dispusimos a recorrer la ciudad francesa. 

Una vez llegamos al centro, fuimos a una de sus plazas principales para encontrarnos con Marie, mi hermana pequeña francesa, como me gusta llamarla. Para los que sigáis mi blog desde hace tiempo, quizás os resulte familiar, pues ella y su familia fueron mi familia de acogida en un viaje de intercambio a Bretaña que hice hace ya unos años. ¡Qué alegría volver a verla! Todos juntos recorrimos Burdeos, por lo que, a pesar del mal tiempo, el día resultó ser de lo más encantador. 








Una de las visitas obligadas en Burdeos es la Plaza de la Bolsa, por lo que fue una de nuestras primeras visitas. Se trata de una imponente plaza diáfana que limita con el edificio de la bolsa a un lado y el río Garona al otro, por lo que la sensación de amplitud todavía es mayor. Además, es aquí también donde se encuentra el espejo de agua más grande del mundo, así que no es de extrañar que este punto de la ciudad sea de los más conocidos.

Otra de las zonas que uno no se puede perder en su visita a Budeos es el barrio de Saint Pierre. Algo tan sencillo como pasear por esta zona y recorrer sus antiguas y pintorescas callejuelas puede convertirse en toda una atracción turística llena de encanto. Es un barrio lleno de restaurantes y creperías, por lo que aprovechamos para reponer fuerzas y comer en un restaurante con unas vistas espectaculares. 





Después de comer, visitamos otros puntos turísticos de Burdeos, como la puerta Cailhau, la catedral, el campanario, el jardín público y el Gran Teatro. Además, también tuvimos tiempo para merendar unos crepes dulces. Por la noche, Marie y sus amigas coreanas prepararon algunos platos típicos coreanos como cena de despedida. Por lo que el viaje a Burdeos resultó estar lleno de reencuentros y buenos momentos de lo más internacionales.



Y, por fin, Burdeos (parte 1) - Francia



El viaje en tren desde Hendaya a Burdeos se hizo más corto de lo que pensaba. Al salir de la estación nos estaba esperando el amigo de Sergio al que íbamos a visitar. Tras los abrazos propios del reencuentro, cogimos el tranvía para ir a la residencia donde nos quedaríamos tres noches. Así, después de dejar el equipaje y recuperarnos del viaje y la mañana de turismo, nos dispusimos a conocer la capital de Nueva Aquitania. 

Lo que más me llamó la atención de Burdeos fue lo mucho que me recordó a la capital francesa. Sí, mucho más pequeña y no con tanta afluencia de turismo, pero muchas de sus calles y edificios nada tienen que envidiar a los que podríamos encontrar en París. Reconozco que tengo cierta debilidad por la arquitectura clásica y neoclásica pero, creedme, pasear por las calle de Burdeos es algo impresionante. Prueba de ello es que el corazón de Burdeos fue declarado Patrimonio Mundial de la UNESCO en 2007 —así que tampoco estoy exagerando tanto, ¿no?—.






Poco a poco la noche comenzó a acompañarnos en nuestra ruta de turismo por la ciudad, así que decidimos ir a una crepería a cenar. ¡Ni os imagináis lo que echaba de menos los crepes franceses! Y, así, con sus calles coquetas al atardecer y una suculenta cena de reencuentro, nos recibió Burdeos en nuestro primer día.



Hendaya - Francia


De Fuenterrabía a Hendaya hay solamente un paso o, mejor dicho, un paseo en barca. A media mañana cogimos un pequeño barco que nos llevó hasta tierras francesas. La frontera natural que separa España y Francia se puede cruzar fácilmente haciendo esta travesía marítima por menos de dos euros, así que, en solo unos minutos, ya estábamos en Hendaya. 

Nuestro tren a Burdeos salía en unas tres horas pero, como nos habíamos propuesto aprovechar la mañana al máximo, no pudimos evitar recorrer Hendaya. En general, no hay demasiadas atracciones turísticas, salvo el Chateau Abbadia y la bahía; pero como no queríamos alejarnos demasiado de la estación de trenes, acabamos paseando principalmente por la costa y disfrutando del sol y las agradables temperaturas tan impropias de finales de enero en la zona de los Pirineos.





Diario de viaje: Rennes, Bretaña (parte 14) - Francia

Mi último día en Bretaña fue destinado a descubrir Rennes, una hermosa ciudad situada al Oeste de Francia que es, al mismo tiempo, la capital de Bretaña.
Tenía muchísimas ganas de visitarla, porque las fotos que había visto en las guías de viajes que Marie me había dejado preparadas en el escritorio de mi habitación cuando fui a Bretaña me habían dejado fascinada.
A pesar de haber madrugado para coger el tren desde la estación de Redon, ciudad de la que ya os hablé hace unos días en este post, tuvimos que subir de un salto al tren que teníamos previsto coger porque salía en un minuto. De hecho, subimos sin ni siquiera sacar el billete. Por suerte, cuando la revisora se acercó al principio de trayecto, Marie le explicó que nos había sido imposible sacarlo en las máquinas de la estación, y nos lo cobró abordo sin nungún tipo de recargo. Sin embargo, el tema de los billetes nos dio de nuevo problemas al final de la tarde.

Mientras tanto, llegamos a la estación de Rennes. El viaje se me hizo mucho más corto de lo que pensaba, a pesar de durar poco más de una hora. Nada más llegar, fuimos directas a la oficina de turismo, desde donde salían las visitas guiadas para ver el Parlamento de Bretaña.
Quedaban todavía cuarenta minutos para que empezase la visita, así fuimos de tiendas: la primera parada fueron las Galerías Lafayette de Rennes. Entre unas cosas y otras, no pude entrar a estas galerías cuando estuve en París, así que no dudé en meter la nariz cuando Marie propuso enseñármelas. Son una mezcla entre El Corte Inglés español y el Harrods inglés, aunque se pueden encontrar firmas que no están España. Solamente eran las diez y media de la mañana y yo ya iba cargada con dos bolsas de compras; entre lo que compré destacan las sandalias tropeziennes, muy de moda en varias ciudades francesas.

A las once comenzó la visita por el parlamento de Bretaña, uno de los primeros edificios de piedra que fueron construídos en una ciudad en la que predominaban los edificios de madera y que el rey Enrique II fundó en el año 1554. Sin embargo, no fue la sede el parlamento hasta ocho años más tarde. 
La visita se me hizo un poco larga, pero me gustó poder ver el interior del edificio.

 

El hermano de Marie se mudó a Rennes hace unos años por sus estudios universitarios. Al acabar la visita, nos encontramos con él en una de las plazas más características de la ciudad, la Plaza del Champ-Jacquet, para comer los tres juntos.
Lo de que esta plaza es una de las más características de la ciudad, lo digo porque en ella se encuentran algunas casitas con fachadas en entramado de madera, que a mí personalmente me parecen preciosas.




Por la tarde, tuvimos tiempo de pasear por las calles de Rennes y algunas tiendas de ropa, pues Marie quería comprar algunas cosas para su viaje a España. Entre las cosas que vimos destacan el Ayuntamiento de Rennes, el teatro y las arcadas de Millardet, el Vilaine y la calle de compras Lebastard.




Con esta entrada, acaba el viaje por la Bretaña francesa que hice durante una semana en julio de 2014. Por ello, quiero aprovechar para agradecer tanto a Marie como a toda su familia lo bien que me trataron.
¡Muchísimas gracias por todo!

Diario de viaje: Brocéliande, Bretaña (parte 13) - Francia

Como habíamos pasado la mañana de mi penúltimo día en Bretaña haciendo trámites y, más bien, poco turismo, la familia anfitriona decidió enseñarme uno de los lugares más famosos de Bretaña que ha existido durante siglos: el bosque de Brocéliande.
En un primer momento, antes de llegar yo a Bretaña, habían pensado en llevarme a una de las playas más lujosas del Oeste de Francia. Sin embargo, comprendieron a los pocos días de llegar allí que yo no estaba acostumbrada a las playas frías del Atlántico, así que era una tontería conducir durante horas hasta aquella playa para únicamente mojarme los pies en la orilla; por lo que decidieron cambiar el plan.

El bosque de Brocéliande es conocido en toda Francia (y parte del extranjero) especialmente gracias a la literatura. A lo mejor no os suene así de primeras, ¿pero y si va seguido de nombres como el Rey Arturo, el Mago Merlín, Viviana o los Caballeros de la mesa redonda? Exacto, Brocéliande es el bosque de la materia de Bretaña, el lugar donde transcurre la leyenda del Rey Arturo.

Lo primero que hicimos nada más llegar fue visitar la Place de la gare. Allí entramos en la abadía de Paimpont y, posteriormente, a la oficina de turismo. Como la familia anfitriona sabía de mi entusiasmo por este sitio, me compró la única guía en español que se ofertaba en toda la oficina, un detalle por parte de la familia, aunque la oficina de turismo bien podrían haber contratado a un traductor para traducirla. Y digo esto último porque ni siquiera tiene treinta hojas y la venden por 4€... Eso sí, llena de frases inconexas y sin sentido en un idioma que dice ser español.

Gajes del oficio aparte, comenzamos la excursión de senderismo por el bosque de Brocéliande siguiendo el itinerario que propone la guía. Puse todos mis esfuerzos por descifrar la guía, pues tenía que informar en inglés o en francés a la familia, aunque, todo sea dicho, tuvimos que preguntar en más de una ocasión a otros excursionistas...






Al final, pudimos ver muchos de los lugares emblemáticos de la leyenda, como la Fuente de la eterna juventud, el Árbol de los deseos junto a la tumba del mago Merlín, el Árbol de oro... Eso sí, la imaginación para visitar todos estos sitios y no desanimarse es más que necesaria.

Fuente de la eterna juventud. En el solsticio de verano se debía inscribir en el censo a los niños que habían nacido hasta entonces. Mientras que los que habían nacido de forma clandestina, eran censados al año siguiente junto a esta fuente, a pesar de tener y un año. De ahí que se diga que es la fuente de la eterna juventud.

Árbol de los deseos junto a la tumba de Merlín. Hay que dejar una notita con nuestros deseos colgada en una de sus ramas para que por la noche Merlín lo lea y el deseo se haga realidad.

El árbol de oro

Estanque del espejo de las hadas

Fuente de Barenton. Se dice que si al pedir un deseo, la fuente burbujea, este deseo se hará realidad.


La visita me decepcionó un poco, porque mis expectativas eran muy altas (y quizás también un poco debido a la literatura). Sin embargo, me alegré de no haberme ido de Bretaña sin haber perdido la oportunidad de visitar el mágico bosque de Brocéliande.


Diario de viaje: Redon, Bretaña (parte 12) - Francia


Redon es una ciudad situada al Oeste de Francia entre las ciudades de Vannes, Rennes y Nantes, muy cerca de Sant-Jacut-Les-Pins.
Mi visita a Redon fue exprés, de menos de una hora. Al igual que ocurrió en Sant-Jacut-Les-Pins, el motivo de la visita fue que mi familia anfitriona tenía que hacer unos trámites allí.
Mientras tanto, muy amablemente Marie se esforzó por mostrarme el monumento más característico de Redon y parte del centro de la ciudad.

Tras pasar por la oficina de turismo y coger un folleto informativo sobre la pequeña ciudad, nos dirigimos a ver la iglesia de Saint-Sauveur, que fue fundada en el año 832. Gracias a su construcción y a la peregrinación de sus fieles, Redon pasó a tener una economía mucho más fuerte. Aunque el interior de la iglesia es muy bonito, lo más característico de esta es su torre, pues resistió al incendio que sufrió la iglesia a finales del siglo XVIII.




Saint-Sauveur fue el único lugar de interés turístico que visitamos, pues los pocos minutos que estuvimos en Redon no dieron para más. En la guía que cogí en la oficina de turismo, viene información muy interesante sobre diferentes lugares que visitar en Redon además de su iglesia; como los muelles de Santiago, las casas del siglo XVI de la calle mayor y los depósitos de sal. Así que no descarto volver a Redon en un futuro para poder descubrir todo lo que ofrece este lugar.



Diario de viaje: Saint-Jacut-Les-Pins, Bretaña (parte 11) - Francia



Saint-Jacut-Les-Pins es el pueblo en el que vive la familia anfitriona con la que me alojé. Marie me había hablado mucho de él, pero también había recalcado en varias ocasiones que, a veces, vivir allí podía resultar un tanto aburrido: la vida en Saint-Jacut-Les-Pins es todavía muy tranquila, pues se trata de un pequeño pueblecito alejado del bullicio de las grandes ciudades. Para que os hagáis una idea de su situación geográfica, dista poco más de 90km de Nantes y unos 80km de Rennes, las dos ciudades más grandes cercanas, pero solamente cuenta con menos de 2000 habitantes.

La casa de la familia de Marie no está en el centro de Saint-Jacut-Les-Pins, sino a unos kilómetros de este, cerca del lugar donde empieza la Crête des Moulins, ruta de la que os hablé no hace mucho, así que hasta el penúltimo día no tuve oportunidad de pasear por sus calles.
Sin embargo, el paseo duró poco, ya que el motivo de la visita era hacer unos trámites burocráticos en el ayuntamiento y tirar unas cartas al buzón. Pero como me negaba rotundamente a no inmortalizar este pequeño pero bonito lugar, aproveché para hacer algunas fotos a la salida del ayuntamiento.


 



Diario de viaje: L'île aux Pies, Bretaña (parte 10) - Francia

L'Île aux Pies es un bonito lugar rural en el que pasé una de las tardes de mi estancia en Bretaña. 
Está situado en Basse Vallée de l'Oust y es un sitio ideal para disfrutar de un día de verano en Saint-Jacut-Les-Pins, ya que apenas dista unos kilómetros. 
Los bretones suelen ir allí a hacer actividades de aventura como remo en canoa por el río, que fue por lo que nos decantamos nosotros, y excursiones, tanto a pie como en bicicleta, por la montaña. 

Como íbamos a dejar nuestras pertenencias en consigna para evitar que se cayeran al agua en caso de que la canoa volcara, no pude llevar conmigo la cámara, así que solamente hice un par de fotos rápidas cuando el padre de Marie vino a recogernos con el coche. De ahí que tenga tan pocas fotos para esta entrada.

Aún así, aunque los deportes no son especialmente lo mío (¡y menos los de aventura!) reconozco que pasé una buena tarde en compañía de Marie y Juliette, su amiga del colegio. Menos mal que Juliette es toda una deportista y era la que dirigía la barca y nos decía lo que teníamos que hacer. Si no, ¡a saber adónde habríamos ido a parar Marie y yo! 





Diario de viaje: Kerhinet. Países del Loira (parte 2) - Francia

Aunque ya ha acabado el año, todavía tengo varias cosas que escribir sobre el viaje que hice el verano pasado a Bretaña y Países del Loira. 
Durante la misma tarde en que visité Guérande, fui también a un pequeño pueblecito que me trasladó al Loira más auténtico: Kerhinet
A la familia francesa con la que me alojaba le costó un poco encontrarlo y tuvieron que parar el coche en más de una ocasión y girar el mapa sucesivas veces para escoger el camino correcto mientras yo ponía todos mis esfuerzos en entender sus conversaciones en francés. 
Dar con Kerhinet no fue tarea fácil pero la visita —aunque fugaz—, valió totalmente la pena.

Todas las casas de la zona de Brière guardan la misma estética: paredes blancas o de colores claros, ventanas, vallas y puertas de madera, jardines cercados cuidadosamente arreglados... Y, lo más característico de las casas de Kerhinet, tejado de paja. 

En total hay poco menos de veinte casas y algunas de ellas se pueden visitar por dentro, aunque desgraciadamente no pudimos visitar ninguna pues, cuando llegamos a Kerhinet, ya era un poco tarde para el horario de visitas.

No es que haya mucha información sobre Kerhinet, pero si vais de viaje por la zona, recomiendo visitarlo. Posteriormente, he descubierto que la mayoría de las casas no es que se hayan conservado así de bien con el transcurso del tiempo, sino que el pueblo fue restaurado hace unos años para simular la vivienda tradicional de Brière. No sé si el Kerhinet actual será o no, fiel a cómo era tradicionalmente; eso sí, aunque se puede llegar en coche hasta allí, hay que dejarlo aparcado antes de entrar y comenzar la visita a pie. 







Cambiando de tema, siento haber estado tanto tiempo sin publicar. Aunque, como cada vez que llega enero, los trabajos y exámenes de la universidad se apropian de mi agenda. Tengo varias novedades y viajes ya cerrados para el 2015, así que os iré contando. 

Diario de viaje: Guérande et ses marais salants. Países del Loira (parte 1) - Francia

La ciudad de Guérande fue otra de las ciudades que visité durante mi corta pero intensa semana en la región de Bretaña. En realidad, aunque esta ciudad perteneció antiguamente al ducado de Bretaña, actualmente se encuentra en la región de Países del Loira.

Guérande es conocida por sus salinas, famosas en toda Francia. Sin embargo, estas se encuentran a las afueras del municipio, por lo que primero visitamos el casco antiguo de la ciudad, que se encuentra rodeado de antiguas murallas de piedra.

La única visita cultural que hicimos aquí, además de ver la catedral y pasear por las calles del centro, fue visitar la fortificación. Las murallas tienen una longitud de 1300m y cuentan con cuatro puertas y seis torres. Pienso que es una visita obligada en Guérande porque, aunque lo mejor de la ciudad son sus calles adoquinadas y las tiendas de artesanías, las vistas desde la muralla son preciosas; y no es para menos: si Saint-Cado es una ciudad que ha inspirado los cuadros de un gran número de pintores, se puede decir lo mismo de Guérande en el ámbito de la literatura, ya que esta ciudad ha inspirado a escritores como Gustave Flaubert. 








 



Aún así, como ya he adelantado antes, las salinas de Guérande (o les marais salants en francés) es por lo que de verdad es conocida Guérande. Ya los antiguos romanos sacaban provecho de estas salinas gracias al comercio de la sal, por lo que la ciudad de Guérande recibe el sobrenombre de La tierra del oro blanco. En mi humilde opinión, estas marais salants son un bonito lugar para hacer una parada y sacar alguna foto, pero tampoco tiene nada que las diferencie de cualquier otra salina.




Diario de viaje: Saint-Cado, Bretaña (parte 9) - Francia

Entre unas cosas y otras, el mes de noviembre ya casi se ha ido y yo apenas he actualizado el blog. Por eso, antes de que el mes acabe y llegue el frío diciembre (y sí, espero que sea frío porque aquí en Valencia parece que estemos a principios de otoño todavía en cuanto al tiempo se refiere), vuelvo a retomar mi viaje por Bretaña. 
En la entrada de hoy, hablaré de Saint-Cado. Un pueblecito situado a unos kilómetros de la desembocadura de la ría de Etel. 

Lo primero que vi tras bajar del coche y caminar hacia la parte más céntrica de Saint-Cado fueron las aguas turbias y estancadas de la ría de Etel en verano; cosa que me desconcertó un poco y no sabía muy bien porqué la familia anfitriona se había tomado la molestia de conducir hasta allí para enseñarme el agua estancada de una ría.
Poco a poco, fui acostumbrándome a ese paisaje y me di cuenta de que aquellas ciénagas que se formaban varios metros desde la orilla por haber marea baja le daban a Saint-Cado un aspecto natural y único —e incluso me atrevería a decir que tampoco ha quedado tan mal en las fotos—.

De pronto, mi atención recayó en una modesta casita que se erguía en medio de un pequeño islote. En ese momento, Marie me explicó que era precisamente por esa casa por lo que era conocido Saint-Cado, ya que había sido (y todavía era) la protagonista de los cuadros de muchos pintores. El padre de Marie me dijo que cuando subía la marea, esa zona era de las más peligrosas de la ría de Etel, pues se formaban numerosas corrientes de agua y era muy difícil llegar hasta la casa con una barca tan endeble como la que estaba amarrada a un lado del islote.

Después de sacar un par de fotos, cruzamos el puente de Saint-Cado. Según la leyenda, este puente fue obra del demonio: la tradición cuenta que un monje del País de Gales se instaló en la isla de Saint-Cado durante los siglos VI-VII y que, para ayudar a sus fieles que tenían que recorrer varios metros en barca sorportando la fuerza de las corrientes de agua, intentó construir un puente que el agua derribó cuando subió la marea. Entonces, el diablo pactó ayudarle con la construcción del puente y que en su recompensa podría quedarse con el primer ser viviente que lo atravesara. Tras pensar quién podría ser el primero en cruzar el puente, Saint-Cado soltó un gato para que este fuese el primero en cruzar el río, así que el diablo tuvo que conformase con ello.

Finalmente, nos dirigimos hacia la iglesia romana que fundó el santo que da nombre al pueblecito, pero estaba cerrada y no pudimos visitarla por dentro. Además, justo en ese momento comenzó a llover, así que decidimos poner fin a nuestro recorrido por Bretaña por ese día y regresar a casa.