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Escapada a Maguncia - Alemania

 

Habíamos pensado destinar uno de nuestros últimos fines de semana en Fráncfort a descubrir alguno de los otros estados colindantes al de Hesse. Sin embargo, cuando ese domingo amaneció más nublado de lo habitual, nos abordaron infinitas dudas sobre si finalmente hacer o no la excursión. Finalmente, resultó que después de esas semanas en Alemania se nos había pegado un poco la resignación que tienen la mayoría de los alemanes a la lluvia, así que, aunque se había hecho más tarde de lo que en un principio habíamos planificado, conseguimos dejar a un lado las dudas que teníamos a primera hora de la mañana y cogimos un tren para visitar Maguncia. 

Una de las mejores cosas que tiene Alemania es el servicio de transporte público. No solo la frecuencia de los trenes y metros es admirable, sino que llega a cualquier sitio. Vale, quizás esté exagerando un poco, pero la verdad es que si lo comparamos con el servicio de transporte de mi ciudad de origen no está nada mal. La única pega es que no se pueden comprar todos los tipos de billetes que hay en las máquinas de las estaciones de metro y, al ser domingo, tuvimos que ir a la estación central porque las ventanillas de las estaciones más pequeñas estaban cerradas. 

Entre unas cosas y otras, llegamos a Maguncia a mitad mañana. La estación de tren está construida justo en el anfiteatro romano y muy próxima al parque de la antigua ciudadela, así que comenzamos nuestra visita descubriendo esta zona para, posteriormente, dirigirnos al centro que fue, sin duda alguna, lo que más nos gustó. 

Todo el caso histórico de la ciudad parece diseñado por el mismo arquitecto y es que la fachada de cada edificio parece estar en armonía con las de su alrededor. Eso, sumado a las callecitas y a la imponente catedral, hizo que nos enamoráramos del centro de la ciudad de Mainz, como es conocida en alemán, por completo.



 



Al tratarse de una ciudad bastante pequeña, en cuanto nos quisimos dar cuenta, habíamos dejado atrás el centro y estábamos en una zona residencial próxima al río. Quizás era porque el tiempo no acompañaba demasiado y, al ser domingo, los alemanes se habían quedado en sus casas, pero no había mucho ambiente. Comimos en Vapiano, restaurante al que suelo aprovechar para ir cada vez que salgo de España desde que una amiga me lo descubrió hace ya un par de años mientras la visitaba en Viena, y después paseamos junto al Rin.




Por la tarde seguimos descubriendo la ciudad. De camino a la zona universitaria pasamos por las calles más comerciales, aunque, como era de esperar, estaban prácticamente desérticas y paseamos por un jardín situado entre varios edificios residenciales. Todavía me sigo preguntando si ese jardín era la zona residencial de los edificios de viviendas que había alrededor y, por tanto, de acceso privado, o si era un parque público. La cosa es que aparecía en uno de los mapas que llevábamos, así que al final llegamos a la conclusión de que únicamente había vecinos porque estaba bastante escondido y el acceso pasaba prácticamente inadvertido. 

La universidad en Alemania no suele empezar hasta octubre, así que la universidad estaba cerrada. Me habían hablado muy bien del ambiente joven y universitario de Maguncia, casi como si no se pudiese concibir la ciudad sin estudiantes, pero lo cierto es que durante nuestra visita no había ni rastro del ambiente estudiantil. Sin embargo, fue interesante ver el edificio por fuera y seguir paseando por calles residenciales y parques hasta llegar de nuevo a la estación. Teníamos en mente hacer una parada en Wiesbaden antes de llegar a Fráncfort, así que cogimos el tren y nos pusimos en camino hacia nuestro próximo destino.





Vídeo: otoño en Alemania





Como bien os contaba en mi blog, parte del otoño pasado lo pasé en Alemania haciendo un curso de alemán en Fráncfort del Meno. Ha pasado casi un año, pero creo que nunca es tarde para compartir este vídeo de mi experiencia descubriendo Fráncfort y sus alrededores.

Otoño en Alemania 2017 from Chelo Caballero on Vimeo.

Un día en Colonia - Alemania

En cuanto me enteré de que me habían aceptado en el programa de intercambio de Sprachcaffe en Fráncfort, comencé a hacer una lista de ciudades que quería visitar durante mi estancia en Alemania. Colonia, al igual que Heidelberg, fueron las primeras en las que pensé. Me habían hablado muchísimo de ellas y prácticamente cada alemán que he conocido me ha contado maravillas de estas dos ciudades. Durante mi primer fin de semana allí, como ya os conté por aquí, visité Heidelberg, pero Colonia se ha hecho esperar un poquito más.

Aprovechando que una amiga estaba haciendo unos cursos por la beca de auxiliar de conversación, no nos lo pensamos dos veces y compramos los billetes. Como nuestro ICE llegó a Colonia a primera hora de la mañana y hasta última hora de la tarde no habíamos quedado con Ana y su novio,  pudimos aprovechar el día en Colonia al máximo.

Tras un desayuno en un café italiano situado en frente de la estación, decidimos cruzar al otro lado del río para sacar las primeras fotografías de la ciudad. La luz a esa hora de la mañana era perfecta, así que enseguida nos pusimos en marcha por miedo a que el sol decidiera hacer de las suyas y esconcerse tras alguna nube en un abrir y cerrar de ojos, algo muy típico en Alemania.



El puente Hohenzollern no deja indiferente a cualquiera. Como buen ingeniero civil, Sergio se pasó un buen rato contemplando y analizando la estructura del puente ya desde el tren, cuando nuestro ICE entraba a la estación. En mi caso, aproveché el paseo hacia el otro lado del río para ir sacando fotografías, especialmente de los numerosos candados que los enamorados cuelgan en su estructura como prueba de amor.

Las vistas de la ciudad desde el otro lado del Rin son maravillosas, pues se puede tener una idea del conjunto de la ciudad y de sus atracciones turísticas más conocidas: el Rin, el puente Hohenzollern y, como no, la catedral de Colonia.

Después de  sacar numerosas fotografías de este tramo, decidimos caminar hacia la parte más moderna: el puente Severins y el Rheinauhafen. La verdad es que toda Alemania cuenta con una arquitectura muy variada, por lo que prácticamente todas las ciudades están llenas de contrastes.  La zona de Rheinauhafen me gustó mucho e, incluso, me atrevería a decir que guarda cierta similitud con la parte nueva del puerto de Oslo.





Por organizar un poco el día en Colonia, decidimos dedicar parte de la mañana a visitar el museo del Chocolate de Colonia. Se trata de un museo dedicado en su totalidad al chocolate, pero con salas muy variadas, que van desde expositores explicativos e invernaderos con plantaciones de cacao hasta la fábrica y tienda del chocolate de la archiconocida marca Lindt. ¿Lo más deseado? La fuente de chocolate líquido, sin duda. Las instalaciones son bastante nuevas y todo el recorrido del museo cuenta con grandes ventanales por el que entra la luz natural y desde los que se puede observar el Rin, así que es una visita que vale la pena.

Al terminar nuestra visita, decidimos volver a la zona más céntrica de Colonia y buscar un lugar donde comer. Tras mucho buscar, dimos con un pequeño restaurante situado junto a una de las calles que dan a la zona más comercial de Colonia. El Ech Kölsch (Obenmarspforten 1) resultó ser todo un acierto, ya que pudimos probar algunos platos típicos de la cocina alemana mientras disfrutamos del buen tiempo en la terraza.


 
 



Después de comer, decidimos seguir paseando por la zona más céntrica de la ciudad. Pasamos por las plazas Heumarkt y Alter Markt, vimos el edificio del ayuntamiento, entramos a dos tiendas que se disputan la denominación de la famosa agua de Colonia y callejeamos hasta llegar de nuevo a las orillas del Rin. No sé si porque era sábado o quizás que fuese el primer día de sol en quince días también tendría algo que ver, pero lo cierto es que ese día Colonia estaba de lo más concurrida. Especialmente la zona del río, donde grupos de jóvenes se reunían en las terrazas o disfrutaban del sol tumbados en el césped. Como dice mi madre: «allá donde fueres, haz lo que vieres». Así que propuse comprar unos helados en una heladería cercana y sentarnos junto al río a disfrutar del buen tiempo.

Habíamos quedado con Ana y José sobre las siete para tomar algo antes de coger el tren de vuelta a Fráncfort, así que dedicamos el tiempo que teníamos hasta entonces a ver una exposición de coches que había ese día junto al Rin y a explorar alguna zona más alejada del centro por si encontrábamos algo interesante. En nuestra ruta solamente dimos con la iglesia de San Gereón y algunos vestigios de la antigua ciudad de Colonia, como la muralla y una torre que han quedado prácticamente integradas en la ciudad, así que tampoco vale la pena alejarse mucho más. 

Creo que Colonia me deja un sabor agridulce. Por una parte, es una ciudad que tampoco tiene una gran variedad de atracciones turísticas más allá de su imponente catedral de estilo gótico, el puente Hohenzollern, el museo de chocolate y alguna que otra plaza. Pero, por otra parte, el ambiente que se respira y el estilo de vida de sus habitantes es maravilloso y creo que es precisamente esto último lo que la hace única.