El último dÃa de turismo por ParÃs comenzó bajo un cielo encapotado por unas nubes que nos acompañarÃan hasta el final del dÃa.
HabÃamos dejado varias cosas por visitar, muchas de ellas imprescindibles para todo aquel que va a ParÃs por primera vez; entre ellas, el museo del Louvre. Asà que sobre las diez de la mañana salimos del apartamento para ir al famoso museo parisino.
De camino, aproveché para mandar algunas de las postales que habÃa escrito la noche anterior.
En cuanto llegamos a la Pl. du Carrousel nos encontramos con la famosa pirámide de cristal del museo del Louvre. Esta pirámide es uno de los puntos que mayor interés ha despertado entre los visitantes más supersticiosos y escépticos —aunque parte de la culpa la tienen muchas de las pelÃculas rodadas en este lugar—; además, si a ese detalle se le suma el hecho de estar formada por 666 rombos, todavÃa despierta mucho más la curiosidad.
Sin embargo, cuando llegamos a las puertas del museo, nos encontramos (al igual que el dÃa anterior en Versailles) con una cola de turistas que sobrepasaba las tres horas de espera. TenÃamos ganas de visitar el museo, pero ninguna de nosotras tenÃa ganas de perder la última mañana por la ciudad guardando turno en una cola bajo la lluvia; asà que optamos por ver algunos de los lugares que nos quedaban y volver al museo del Louvre después de comer, a ver si entonces hubiera menos gente.
En lugar de visitar el museo por la mañana, decidimos pasear por Rue de Rivoli hasta la Plaza de la Concordia.
Hay muchÃsimas cafeterÃas, restaurantes, pastelerÃas y tiendas de souvenirs en esta calle; la gran mayorÃa muy conocidas. De hecho, nosotras aprovechamos que era el último dÃa en ParÃs para volver a comprar macarons ♥
Finalmente llegamos a Pl. de la Concorde, famosa por ser la segunda plaza más grande del paÃs franco. En ella se encuentran dos monumentos que acaparan toda la atención: el Obelisco de Luxor y el edificio del Jeu de paume.
El Obelisco de Luxor, regalo del virrey de Egipto Mehemet Ali a Francia en 1831, cuenta con un obelisco "gemelo" todavÃa situado frente a la fachada del templo Luxor, en Egipto. En agradecimiento, Francia regaló un reloj que se encuentra en la ciudad de El Cairo, pero que, según dicen, nunca funcionó.
Por otra parte, el edificio del Jeu de paume es ahora un museo de arte contemporáneo. En su momento, La sala del Jeu de paume fue el lugar en el que se estableció el Serment du Jeu de paume, conocido como el punto de inicio de la revolución francesa de 1789.
Parte del camino de regreso hacia el Louvre, lo hicimos por el jardÃn de las TullerÃas; un céntrico parque que fue parte del Palacio real de las TullerÃas, el cual fue destruido por las llamas en 1871.
Es un lugar precioso para pasear o disfrutar de los rayos del sol en las sillas de respaldo curvo que se encuentran junto al estanque. Como ya he adelantado antes, el dÃa no estaba muy claro, pero disfrutamos durante unos minutos de unos rayos del sol que salieron de entre las nubes.
Después de comer algo rápido, probamos suerte otra vez e intentamos entrar al Louvre; esta vez, con éxito ya que guardamos dos minutos (¡exactos!) de cola. Asà que valió totalmente la pena haber cambiado el orden de los planes previstos para ese dÃa.
El museo del Louvre es un lugar increÃble y de visita obligada para todos los amantes del arte que visiten ParÃs; mires por dónde mires hay obras de arte dignas de contemplar. Lo malo es que el museo tiene varios pisos con distintas colecciones organizadas en otras tantas salas, por lo que resulta imposible verlo todo con detenimiento en un par de horas.
Nosotras optamos por hacer "un recorrido exprés" de unas dos horas y buscamos únicamente las obras más emblemáticas del museo o aquellas que nos interesaban por algo en especial. Reconozco que podrÃamos haber visto muchas más cosas en esas dos horas, pero nos perdimos varias veces buscando las salidas de las salas (es un poco lioso orientarse allà dentro). Además, a pesar de que no hicimos cola para entrar, el interior del museo estaba repleto de gente, por lo que era complicado abrirse paso entre tantos visitantes.
Cuando salimos del museo, fuimos andando hacia el principio de Rue Rivoli. Una zona mucho más comercial y cercana a los barrios de Les Halles y Le Marais.
Al final de la tarde, cogimos el metro, regresamos al apartamento y dejamos el equipaje preparado para el dÃa siguiente.
Sin duda, fue un viaje del que me llevo un recuerdo magnÃfico gracias al encanto de ParÃs y a las dos mejores compañeras de viaje.
HabÃamos dejado varias cosas por visitar, muchas de ellas imprescindibles para todo aquel que va a ParÃs por primera vez; entre ellas, el museo del Louvre. Asà que sobre las diez de la mañana salimos del apartamento para ir al famoso museo parisino.
De camino, aproveché para mandar algunas de las postales que habÃa escrito la noche anterior.
En cuanto llegamos a la Pl. du Carrousel nos encontramos con la famosa pirámide de cristal del museo del Louvre. Esta pirámide es uno de los puntos que mayor interés ha despertado entre los visitantes más supersticiosos y escépticos —aunque parte de la culpa la tienen muchas de las pelÃculas rodadas en este lugar—; además, si a ese detalle se le suma el hecho de estar formada por 666 rombos, todavÃa despierta mucho más la curiosidad.
Sin embargo, cuando llegamos a las puertas del museo, nos encontramos (al igual que el dÃa anterior en Versailles) con una cola de turistas que sobrepasaba las tres horas de espera. TenÃamos ganas de visitar el museo, pero ninguna de nosotras tenÃa ganas de perder la última mañana por la ciudad guardando turno en una cola bajo la lluvia; asà que optamos por ver algunos de los lugares que nos quedaban y volver al museo del Louvre después de comer, a ver si entonces hubiera menos gente.
En lugar de visitar el museo por la mañana, decidimos pasear por Rue de Rivoli hasta la Plaza de la Concordia.
Hay muchÃsimas cafeterÃas, restaurantes, pastelerÃas y tiendas de souvenirs en esta calle; la gran mayorÃa muy conocidas. De hecho, nosotras aprovechamos que era el último dÃa en ParÃs para volver a comprar macarons ♥
Finalmente llegamos a Pl. de la Concorde, famosa por ser la segunda plaza más grande del paÃs franco. En ella se encuentran dos monumentos que acaparan toda la atención: el Obelisco de Luxor y el edificio del Jeu de paume.
El Obelisco de Luxor, regalo del virrey de Egipto Mehemet Ali a Francia en 1831, cuenta con un obelisco "gemelo" todavÃa situado frente a la fachada del templo Luxor, en Egipto. En agradecimiento, Francia regaló un reloj que se encuentra en la ciudad de El Cairo, pero que, según dicen, nunca funcionó.
Por otra parte, el edificio del Jeu de paume es ahora un museo de arte contemporáneo. En su momento, La sala del Jeu de paume fue el lugar en el que se estableció el Serment du Jeu de paume, conocido como el punto de inicio de la revolución francesa de 1789.
Parte del camino de regreso hacia el Louvre, lo hicimos por el jardÃn de las TullerÃas; un céntrico parque que fue parte del Palacio real de las TullerÃas, el cual fue destruido por las llamas en 1871.
Es un lugar precioso para pasear o disfrutar de los rayos del sol en las sillas de respaldo curvo que se encuentran junto al estanque. Como ya he adelantado antes, el dÃa no estaba muy claro, pero disfrutamos durante unos minutos de unos rayos del sol que salieron de entre las nubes.
Después de comer algo rápido, probamos suerte otra vez e intentamos entrar al Louvre; esta vez, con éxito ya que guardamos dos minutos (¡exactos!) de cola. Asà que valió totalmente la pena haber cambiado el orden de los planes previstos para ese dÃa.
El museo del Louvre es un lugar increÃble y de visita obligada para todos los amantes del arte que visiten ParÃs; mires por dónde mires hay obras de arte dignas de contemplar. Lo malo es que el museo tiene varios pisos con distintas colecciones organizadas en otras tantas salas, por lo que resulta imposible verlo todo con detenimiento en un par de horas.
Nosotras optamos por hacer "un recorrido exprés" de unas dos horas y buscamos únicamente las obras más emblemáticas del museo o aquellas que nos interesaban por algo en especial. Reconozco que podrÃamos haber visto muchas más cosas en esas dos horas, pero nos perdimos varias veces buscando las salidas de las salas (es un poco lioso orientarse allà dentro). Además, a pesar de que no hicimos cola para entrar, el interior del museo estaba repleto de gente, por lo que era complicado abrirse paso entre tantos visitantes.
Cuando salimos del museo, fuimos andando hacia el principio de Rue Rivoli. Una zona mucho más comercial y cercana a los barrios de Les Halles y Le Marais.
Al final de la tarde, cogimos el metro, regresamos al apartamento y dejamos el equipaje preparado para el dÃa siguiente.
Sin duda, fue un viaje del que me llevo un recuerdo magnÃfico gracias al encanto de ParÃs y a las dos mejores compañeras de viaje.
¡Nos vemos en otra ocasión, ParÃs!