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Kassel - Alemania

 

Ahora que estoy en Fráncfort, suelo aprovechar los fines de semana para hacer excursiones y visitar otras ciudades. El mismo fin de semana que fuimos a Heidelberg visitamos también Kassel, la tercera ciudad más importante del estado de Hesse. En un principio, no era de las primeras opciones en la lista de ciudades que queríamos visitar durante nuestra estancia en Fráncfort. Sin embargo, cuando nos enteramos de que coincidíamos con una de las exposiciones de arte contemporáneo más importantes del mundo que únicamente se celebra cada cinco años, no nos lo pensamos dos veces y compramos los billetes para ir. 

El tren salía a primera hora de la mañana desde Südbahnhof, así que nos levantamos a unas horas un tanto intempestivas para ser domingo. Por suerte para nosotros, la residencia de Sprachcaffe está a un par de calles de la estación y llegamos a la estación sur en pocos minutos. 

Una vez en Kassel, tras visitar la oficina de turismo, salimos de la estación con un mapa de la ciudad y otro mapa gigante exclusivo de la documenta, que se encargó de que todo aquel con el que nos cruzáramos por la calle nos tildara de turistas (todavía sigo intrigada por saber a qué escala estaba hecho). 

La estación de Kassel Wilhelmshöhe está justo a medio camino entre los dos puntos turísticos más importantes de la ciudad, el centro y el parque Wilhelmshöhe, así que, siguiendo las recomendaciones de la chica de la oficina de turismo, salimos de la estación dispuestos a sacar un abono para todo el día: de esta forma, podríamos subir hasta el Hércules en tranvía y autobús y, después, bajar a pie disfrutando de las vistas. Sin embargo, en ese momento, entró en la estación el bus turístico y, aunque no somos muy amigos de este tipo de transporte, nos decidimos a preguntar. Al final, resultó ser un acierto, porque el billete para todo el día tiene un precio muy similar al de tranvía y permite, además, hacer viajes con este último. 

Con el autobús recorrimos parte del parque Wilhelmshöhe, que está considerado uno de los parques verdes más bellos de Europa y, la verdad, es que motivos no le faltan. El único punto negativo es que es un parque situado en la ladera de la montaña, así que la subida que hay que recorrer para llegar hasta él es más que considerable. En más de una ocasión me alegré de haber hecho caso a la chica de la oficina de turismo y haber optado por no llegar hasta allí a pie. Bajamos en la parada del Hércules, desde donde pudimos disfrutar de unas vistas panorámicas increíbles de la ciudad. 

Los jueves y domingos en temporada alta, alrededor de las tres de la tarde, se puede disfrutar de un espectáculo acuático por las fuentes y cascadas del parque, por lo que volvimos unas horas más tarde para verlo y recorrer gran parte del parque a pie.


 

Una vez llegamos al centro de Kassel, bajamos cerca de la plaza Friedrichsplatz. En ella estaba ubicada una de las obras más emblemáticas de esta edición de la documenta: el Pantenón de los libros. Sin embargo, cuál fue nuestra sorpresa cuando nos encontramos solamente con una estructura de hierro erguida en medio de la plaza, sin ningún libro. Conforme fuimos acercándonos, nos dimos cuenta de que una cola larguísima de gente rodeaba la estructura con el único objetivo de entrar al partenón y hacerse con alguno de los ejemplares: al tratarse del último día de la documenta, habían decidido regalar los libros que formaban la obra a todo aquel que se acercara... e hiciera la cola. 

Como únicamente íbamos a pasar unas horas en Kassel, decidimos disfrutar de las obras de la exposición que se encuentran al aire libre repartidas por toda la ciudad y no entrar a ningún museo. Además, en cada edición de la documenta dejan que alguna obra pase a formar parte de los monumentos fijos de la ciudad, por lo que basta con pasear por la ciudad para hacerse una idea de la exposición. 

Comimos en la terraza de Bolero (Schöne Aussicht, Kassel), una especie de cafetería-Biergarten con una carta de comidas bastante sencilla. A cambio, como bien indica el nombre del paseo en el que se encuentra, disfrutamos de unas bonitas vistas del parque estatal Rosenhang.






No muy lejos, se encuentra otro de los puntos de interés de la ciudad, el parque Karlswiese y la Orangerie, así que aprovechamos para pasear por esta zona antes de volver al parque Wilhelmshöhe a ver el espectáculo de agua custodiado por la estatua del Hércules.

Kassel es una ciudad de la que tenemos sentimientos encontrados. Por una parte, al contrario de lo que esperábamos, es una ciudad bastante moderna y residencial, que no cuenta con un casco antiguo (ya que fue destruido durante la Segunda Guerra Mundial y, a diferencia de Fráncfort, no fue reconstruido); pero, por otra parte, cuenta con un parque natural en la montaña con recodos preciosos que vale la pena descubrir.








1 comentario

  1. Hola, Chelo:

    Qué lástima que no pudieseis ver el Partenón de los libros antes de que empezasen a desmontarlo. Aun así, a juzgar por las fotos, habéis aprovechado al máximo vuestra estancia en Kassel. Comparto tu opinión con respecto a la ciudad: lo mejor es, sin lugar a dudas, el inmenso parque que alberga.

    Siempre me gusta leer tus impresiones sobre Alemania.

    Un abrazo muy fuerte,

    Laura

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