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El encanto de Heidelberg bajo el sol - Alemania




A poco más de una hora de Fráncfort, en el estado federado de Baden-Wurtemberg, se encuentra la ciudad con la universidad más antigua de toda Alemania: Heidelberg. 

Tengo cierta debilidad por las ciudades medianas con universidades antiguas (lo mucho que me gustaron ciudades como Oxford y Salamanca son solamente un par de ejemplos de ello), por lo que, si a tal debilidad le añadimos un bonito centro histórico y un emplazamiento idílico junto al río, entenderéis que no podía desaprovechar la ocasión de hacer una escapada a Heidelberg. 

La previsión meteorológica anunciaba que el tiempo mejoraría notablemente el fin de semana y las casualidades de la vida quisieron que, hablando de nuestros planes del fin de semana antes de empezar la clase de alemán en Sprachcaffe, nos enteráramos de que uno de nuestros compañeros de clase iba también a visitar Heidelberg el mismo día que Sergio y yo, por lo que decidimos planear la excursión juntos.

Después de un madrugón considerable, salimos de Fráncfort en autobús a las ocho de la mañana. Al principio, tenía miedo de que la previsión meteorológica hubiera fallado, pues a esas horas de la mañana una niebla baja y densa cubría las calles de la ciudad y apenas dejaba ver la otra orilla del Meno en nuestro camino hasta la estación de autobuses. Por suerte, no fue así y tan pronto como dejamos atrás la ciudad del Banco Central Europeo los primeros rayos de sol entraron por las ventanillas del autobús.

El autobús nos dejó en la estación central, que se encuentra a las afueras de la ciudad, por lo que tuvimos que caminar hasta llegar al centro. Apenas eran las nueve y media de la mañana cuando un japonés y dos españoles paseábamos, cámara en mano, por la calle principal de Heidelberg.




Desde el centro histórico, lo que más llama la atención es el castillo: aunque no se encuentra lejos del centro histórico sí que hay que recorrer un camino empinado para llegar hasta él. Por esto último, decidimos visitar primero esta parte de la ciudad y evitar que el camino nos pareciese más empinado de lo que ya era por estar cansados. Lo cierto es que fue todo un acierto y en unos minutos conseguimos llegar a las taquillas. Una de las cosas buenas que tiene Alemania son los precios de estudiante a la hora de visitar museos y algunas atracciones turísticas. Para ello, solamente hace falta presentar el carné de estudiante. Desgraciadamente, yo me había olvidado el mío en la residencia, por lo que tuve que sacar la entrada de adulto (por eso ahora compruebo varias veces llevar encima el carné universitario antes de salir de casa). Descuidos aparte, la entrada al recinto incluye la visita al castillo y a los jardines, desde donde se pueden contemplar unas bonitas vistas de la ciudad junto al río.

Después de la visita al castillo, regresamos al centro histórico y cuál fue nuestra sorpresa al encontrarnos con hordas de turistas que, al igual que nosotros, recorrían las calles del centro ávidos de descubrir las maravillas de esta preciosa ciudad.

Antes de comer, subimos a otro de los puntos más altos de la ciudad: la torre de la Heiliggeistkirche. Subir y bajar por la angosta escalera de caracol nos puso a prueba una vez más. Por suerte, justo a la salida, encontramos un restaurante especializado en hamburguesas con muy buena pinta. La plaza estaba de lo más concurrida aquella mañana, por lo que decidimos comer en la terraza y recobrar fuerzas bajo el agradable sol ya otoñal.

A tan solo unos metros del restaurante donde comimos se encuentra la tienda de chocolatinas de los estudiantes enamorados, la Heidelberger Studentenkuß (en Haspelgasse 16), en la que, tal y como manda la tradición, Sergio me regaló una cajita con sus famosas chocolatinas.

El plan para la tarde fue cruzar el Neckar y recorrer el camino de los filósofos (en alemán, der Philosophenweg). Puede que al principio el recorrido una vez cruzado el puente sea de lo más empinado y que haga a más de uno preguntarse si de verdad vale la pena, pero os aseguro que este camino es uno de mis lugares favoritos de la ciudad, pues desde varios puntos se puede disfrutar de unas maravillosas vistas del casco antiguo de Heidelberg, el río Neckar y el castillo.




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