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Karlovy Vary, República Checa

Karlovy Vary es la joya de la República Checa —con el permiso de Praga, claro— y es que es una ciudad que poco tiene que ver con el resto de ciudades checas que visitamos. Sus edificios victorianos le dan un aire distinguido y no exageraría si dijese que podría ser el escenario de varias novelas de Jane Austen, pues me recordó muchísimo a Bath, en Inglaterra.

Unos días antes de viajar a Praga, compramos por Internet los billetes de autocar de las excursiones de Karlovy Vary y Dresde. Así que el día de nuestra excusión a Karlovy Vary, no tuvimos que perder tiempo en las taquillas de la estación de autobuses. Al llegar a la estación, cual fue nuestra sorpresa cuando nos encontramos con un autocar nuevo y con un servicio excelente: televisión individual, cascos, prensa y carrito de bebidas, todo cortesía de la casa. Por todas las comodidades que ofrecía, más parecía un pequeño avión que un autocar destinado a hacer un trayecto de poco más de una hora. Además, si a ello añadimos que pagamos unos 6€ por nuestro viaje de ida y vuelta, entenderéis nuestra sorpresa.


El nombre de la ciudad significa en español Baños de Carlos y es que, como bien su nombre indica, Karlovy Vary es conocida por sus fuentes termales beneficiosas para la salud —sí, otra similitud que tiene con Bath—. No es una ciudad muy grande, por lo que se puede recorrer fácilmente en un día. En nuestro caso, habíamos planeado pasar cuatro horas en Karlovy Vary, pero creo que si las aprovechas bien, son suficientes; pues nos dio tiempo a visitar el centro histórico (con entrada a algunos edificios incluida) y subir a uno de los miradores.

Lo primero que hicimos nada más llegar fue pasar por la oficina de turismo, ya que apenas habíamos preparado nuestra ruta por la ciudad y solamente teníamos en mente dos o tres sitios a los que ir. Al final, resultó que la ruta que nos recomendaron hacer fue de lo más completa y abarcó desde los típicos monumentos que hay en muchas otras ciudades de la zona, como la Columna de la Peste y algunas iglesias, hasta otros lugares característicos de Karlovy Vary, como el pabellón de las fuentes termales.

Columna de la Peste, dedicada a la Santísima Trinidad

Conjunto de casas victorianas

Grandhotel Pupp


Como ya he dicho, si hay algo que caracteriza a Karlovy Vary son las aguas termales. Hay un balneario donde poder disfrutar de ellas toda la jornada, aunque por lo que son famosas es por sus propiedades curativas al ingerirla. Hay varias fuentes naturales en varios puntos de la ciudad y en las que el agua sale de manera natural a diferente temperatura y presión. No podíamos irnos de Karlovy Vary sin al menos probarla, así que compré una jarrita de porcelana (aprovechando que este material es típico de la zona) y la llené en una de las fuentes. Por la cantidad de minerales que contiene, el agua que brota de las fuentes tiene un sabor fuerte, que a mí me recordó a una mezcla entre sodio y hierro. Además, no suele ser agua fresca, sino más bien todo lo contrario, por lo que todavía se acentúa más el sabor. Eso sí, hay que probarla.

Fuente termal



Después de haber visitado todo el centro turístico por las orillas del río, empezamos a callejear ayudados por el mapa para subir a un mirador cercano al hotel Popp. Debido a mi baja forma física, fue toda una aventura subir hasta allí, pero finalmente lo conseguimos y pudimos disfrutar de una de las mejores panorámicas de la ciudad antes de coger el autocar de regreso a Praga.






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