Nuestra visita al Palacio y los jardines de Schönbrunn terminó casi a las tres de la tarde y todavía estábamos sin comer. Sé que no parece una hora demasiado descabellada para comer —¡y menos para un español!—, pero en Austria se suele comer sobre la una y media así que, entre coger el metro y regresar al centro, comeríamos sobre las cuatro. ¿La solución? ¡Comer en Vapiano! Sí, no hacía ni veinticuatro horas que habíamos cenado allí y, sin darnos cuenta, ya estábamos otra vez en ese acogedor restaurante pidiendo pasta con salsa de setas y una pizza para comer.
La mañana y parte de la tarde se fue en un abrir y cerrar de ojos. En un principio, Mireia había planeado ir al Palacio de Belvedere, mi sitio más ansiado por visitar en Viena, pero como ya era tarde y pronto comenzaría a anochecer, decidimos cambiar el plan e ir por la tarde a pasear por el Alte Donau.
A pesar de la humedad del río, pasear por el Danubio a esa hora de la tarde, fue todo un acierto. La prueba está en las fotografías, que salieron preciosas con la puesta de sol.
Y para colofón, después de haber guardado ayuno durante todo el día (nótese la ironía), nos fuimos a cenar a un restaurante típico austriaco llamado Bieriger. Y aquí, literalmente, es dónde encontré el paraíso: un restaurante austriaco, al que van locales y no está plagado de turistas. Pedimos el costillar de cerdo que, como se puede ver en la foto, son más de tres ristras de costillas servidas en una tabla, todo acompañado de patatas asadas, ensalada de col y cebolla y varias salsas. *-* Ni falta decir que estaba buenísimo y que recomiendo totalmente este sitio. ¡Se me hace la boca agua con solo recordarlo!
Chelo Caballero
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