Para ser el primer día de turismo por Viena, ya había visto un montón de monumentos preciosos —¡Y eso que todavía no había visto dos de los tres palacios más famosos de Viena!—.
Como nuestros pies aún no se resentían, y fieles a nuestro lema de aprovechar el tiempo al máximo, decidimos volver otra vez al centro de Viena en metro para ver la ópera.
Aunque no entramos, el edificio de la Ópera de Viena es impresionante (así que no quiero ni imaginar cómo será por dentro), por mucho que en su momento fuera criticado por los vieneses.
Las entradas para ver el espectáculo, como podréis imaginar, no se caracterizan por sus bajos precios; pero la última noche de mi estancia en esta ciudad, una amiga de Mireia, le dijo que había conseguido dos entradas por menos de diez euros para asistir esa noche. Y es que cuando se va a acercando la hora de la función y todavía quedan muchas entradas por venderse, los precios de las entradas descienden; de forma que se vuelven accesibles para la mayoría de los bolsillos. ¡Lástima no haberme enterado de esto antes!
No muy lejos de Wiener Staatsoper, se encuentra Karlskirche (o iglesia de San Carlos Borromeo).
Esta preciosa iglesia barroca fue alzada en honor al arzobispo de Milán por sus esfuerzos por combatir la epidemia de peste negra que tanto afectó a ambos países.
Pasando el templo, seguimos en dirección al Stadtpark, uno de los jardines más famosos de Viena.
En el camino, hice varias fotografías, sobre todo de las anchas avenidas: había salido el sol, así que nada mejor que aprovechar la luz natural en las fotos.
También pasamos por la estatua del soldado ruso, erguida en conmemoración a las tropas rusas que liberaron la ciudad de Viena de los alemanes en la II Guerra Mundial.
Poco después, llegamos al Stadtpark, un lugar precioso que, para ser un parque, me pareció enorme. Encima, tiene un río que divide el parque en dos y crea algún que otro lago natural; cosa que todavía le da un aire más encantador.
Además de ser una zona totalmente recomendable para pasear, el Stadtpark es famoso por la estatua de bronce Johann Strauss. Como vimos que un enorme grupo de turistas nipones se dirigían al monumento, Mireia cogió mi cámara y me dijo: «¡Ahora!» Así que me sacó una foto en el momento idóneo, pues solo había una pareja de turistas junto a la estatua.
Al salir del parque, como todavía era un poco pronto para ir a cenar, decidimos ir al famoso Hotel Sacher de Viena. Pero antes pasamos por el Musikverein, donde tiene lugar el tradicional concierto de Año Nuevo.
Para ser sincera, no dudo que en su interior albergue salas preciosas, pero su exterior no es que captara mi atención en exceso. Y es que, con todos los edificios tan señoriales que puedes encontrar en esta ciudad, pasa un tanto desapercibido.
jajaja ostras, a nosotros nos pasó exactamente lo mismo! Justamente llegamos a la estatua de Johann Strauss y pam! aparece un grupo de turistas japoneses. Fue el tiempo justo de hacer un par de fotos y salir pitando.
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