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Diario de viaje: Carnac y La Trinité sur mer. Bretaña (parte 6) - Francia


Uno de los días por Bretaña, mi familia anfitriona me llevó a hacer un recorrido en coche por varios pueblos y ciudades de la región. Los días previos a este viaje, estábamos todos pendientes de la previsión meteorológica y, aunque el cielo no prometía estar del todo soleado, decidimos llevarlo a cabo.
En la primera parada, aprovechamos para visitar los conocidos Alineamientos de Carnac, el sitio neolítico por excelencia de Bretagne.

Estos alineamientos se sitúan entre el V y III milenio a.C. y fueron erigidos por comunidades sedentarias que se dedicaban a la ganadería y a la agricultura. Se trata de construcciones de piedra alineadas en filas de menhires y recintos, tumbas individuales (cerros) y colectivas (dólmenes).

Como suele ocurrir con este tipo de lugares, varias leyendas y creencias se basan en este sitio. Una de ellas es la leyenda de San Cornelio, según la cual, los megalitos de Carnac eran romanos petrificados; aunque, posteriormente, en el siglo XIX también se ha dicho que este lugar podría tratarse de un antiguo templo celta.

Sea lo que fuere, estos alineamientos ocupan varios kilómetros, por lo que la visita turística requiere tiempo. Además, también se puede visitar el museo de prehistoria que ilustra la evolución del ser humano en Bretaña desde el Paleolítico hasta la Edad Media.
Este museo fue nuestra salvación, porque una tormenta descomunal nos recibió nada más llegar a Carnac. Por suerte, no duró más que unos veinte minutos, así que visitamos dicho museo y, posteriormente, paseamos junto a los alineamientos. Pero, como estaba todo embarrado, acabamos por poner rumbo a otra ciudad tras haber sacado un par de fotos.

Nuestra segunda visita terminó por ser La Trinité sur mer. Fue, más que nada, una parada provisional para esquivar la tormenta que avanzaba en dirección Oeste, persiguiendo las ciudades que teníamos previsto visitar. De esta forma, al situarse un poco más al Este (por lo que en realidad retrocedimos unos kilómetros), pudimos incluso disfrutar de algunos rayos de sol.

En cuanto el reloj marcó las doce, mi familia anfitriona decidió que era la hora de la comida y que debíamos aprovechar esta parada provisional no solo para ver el lugar sino también para comer. Quizás era un poco pronto para mí, pero no dudé en sentarme con ellos para disfrutar de una comida con vistas al Atlántico ;)




2 comentarios

  1. ¡Qué habilidad para esquivar tormentas!
    Estoy aprendiendo muchas curiosidades sobre historia milenaria; pero lo que más me gusta de tu blog es tu estilo personal y cercano cuando explicas las anécdotas en primera persona.
    Un beso, Chelo.

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